EL REINO DE LA CARPA ROJA

Condor CoyoteSin categoría

Ya llevaba demasiado tiempo perdida en mis heridas. Aquella noche de luna llena llegué a la convicción de qué ya había sido suficiente. Supe que no quería más opresión en mi mente, ni en mi cuerpo ni en mi alma ¡Quería sanar! ¡Quería sentirme libre! No sabía exactamente cómo ni cuánto tiempo tardaría en conseguirlo, simplemente tuve la claridad de que quería hacerlo.

Me fui a dormir y en esa línea donde se desdibuja la conciencia y aflora la vigía se reveló el secreto.

De pronto me vi llegando a un lugar lleno de carpas rojas, rodeadas de grandes árboles. Podía oler el olor a madera antigua. Podía sentir la sacralidad de aquel lugar como si todo tuviera un motivo de ser. El verdor de la hierba, las flores silvestres, las gotas de rocío, el viento fresco, ¡hasta las mariposas y las libélulas! El Silencio de fondo contrastaba con un canto armonioso. No podía verlas pero sí podía escucharlas. Era un canto femenino.

-Bienvenida seas.- Me dijo una melodiosa voz a mis espaldas.

Me giré para encontrarme con una mujer envuelta en velos.

-Sé de tu camino andado, de tu cansancio y de tus heridas. Has llegado al lugar correcto para redimirte a ti misma.-

No supe qué contestar, mis lágrimas hablaron por mí. La dulce mujer me tomó de la mano y me llevó a lo que parecía la primera carpa.

No sólo era roja por fuera sino también por dentro. Al centro ardía una pequeña fogata, suficiente para hervir una olla de la cual salía un aromático olor a sándalo y gardenia. Una de las mujeres que estaban adentro me sirvió un pequeño tarro.

-Bebe.- Me dijo con amabilidad.

EL REINO DE LA CARPA ROJA

EL REINO DE LA CARPA ROJA

Estaba demasiado cansada para desconfiar o hacer preguntas. Bebí del brebaje que me calentó no sólo el cuerpo sino el corazón. Me sentí un poco mareada, pero me gustó ese estado en el que había entrado. Sentí perfecto amor y perfecta confianza. Una segunda mujer me llevó a la siguiente carpa. Me pusieron detrás de un biombo y me invitaron a desvestirme para después disfrutar de un baño de flores y sales en una tina dorada. Extrañamente mi desnudez no me avergonzó. Había tanto amor flotando en el ambiente que no cabía el juicio. Sentí el agua caliente en cada poro de mi piel. El agua fue poniéndose turbia.

-Te estás purificando. Este baño te lavará de tu victimismo.- Me dijo una vieja mujer.

Guardé silencio. Fui ataviada con una túnica verde esmeralda y nos dirigimos a la tercera carpa. Había un bello altar al centro con flores y velas. Un grupo de mujeres le cantaban al aire, al fuego, al agua y a la tierra mientras tocaban el tambor y bailaban. Aunque no sabía lo que hacían me sentí contagiada por sus risas. Al terminar, nadie apareció para llevarme a la cuarta carpa por lo que decidí buscarla por mí misma. ¡Eran tantas carpas! Miré a mi alrededor y me di cuenta de que había muchas mujeres como yo que recién habían llegado. Quizás podríamos ir juntas. Una voz me sacó de mi ensimismamiento.

-Aquí cualquier herida puede ser sanada.-

-¿Cuánto tiempo puedo quedarme?- Pregunté.

-El tiempo que necesites.-

-¿Qué hay en las otras carpas?-

-Tendrás que averiguarlo por ti misma, querida.-

El viento sopló con fuerza. ¡Me sentí tan viva! Entonces escuché mi despertador. La vigía se desdibujó para que aflorara la conciencia y abrí los ojos.

¿Habría sido real ese lugar de carpas rojas?

Si lo era, definitivamente quería regresar.

 

Por Vianey Lamas
Escritora independiente
www.tucuentoparasanar.com.mx
@Vianey_Lamas